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lunes, 31 de enero de 2011

HOY DÍA 31 RESEÑA

LA NIÑA QUE FUÍ
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"Esta es la historia de la niña que fui. Nunca he estado segura de querer contar su historia porque, en algunos aspectos, es como la de miles de niñas".

Así comienza La niña que fui (Dib>buks) una interesante novela gráfica que se enmarca dentro del género autobiográfico tan de moda en la actualidad y en la que su autora intenta responder a una pregunta que le impide conseguir la felicidad: ¿Por qué la niña que fui me impediría ser la mujer que quiero ser?.

Por eso, haciendo una especie de exorcismo, relata un episodio de su infancia, cuando a los 7 años se enamoró perdidamente de un monitor de campamento, y cómo a pesar de los años transcurridos su mente la retrotrae, periódicamente, a ese amor puro e infantil, el más perfecto que ha conocido, quizá por ser un sueño inalcanzable. Un sueño que, años más tarde se transformaría en pesadilla.
Un relato intimista

Obsesionada con ese amor infantil, la portagonista no encuentra nada tan perfecto, la vida no la llena tanto como esa fantasía. Y entonces se siente perdida y sus padres la llevan a psiquiatras que no pueden ayudarla.

Y poco a poco desaparece, los recuerdos de su juventud son lo único que la hace feliz, pero también lo único que la impide seguir adelante.

Sólo cuando descubre la verdad sobre ese amor imposible, que resulta ser aterradora, y supera ese trauma es libre para seguir adelante. Y en ese momento es cuando, como una mariposa, eclosiona y puede ser la mujer que quiere.
Una historia sencilla pero muy bien contada

Como todas las grandes historias, es una historia sencilla, directa, pero contada de forma que mantiene el suspense sobre lo que impide ser feliz a la protagonista.

Un relato que nos llega directamente a los sentidos gracias a los dibujos de Renar, con trazos rápidos, esbozos dinámicos a dos tintas, que reflejan perfectamente los estados de ánimo de la protagonista.

Una historia que podría ser la de cualquiera de los millones de jóvenes adolescentes que se encuentran en ese momento de la vida en el que cualquier tiempo pasado fue mejor, pero en el que no se puede retroceder, sino sólo seguir adelante.

Ese momento en el que queremos convertirnos en adultos, sin dejar de ser niños.

En el que sabemos que lo que nos espera que espera no puede ser mejor que lo que hemos dejado atrás, porque en realidad lo que nos aguarda es la dura realidad, y lo que no queremos abandonar son nuestras fantasías. Unas fantasías que a veces, como en esta novela gráfica, se resumen en una antigua foto que sigue haciéndonos soñar.

Pero a veces hay que despertar y plantar cara al futuro.


Jesús Jiménez

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