Lo que vais a leer a continuación está basado en mi experiencia vital y por tanto no pretende sentar ningún tipo de cátedra al respecto a lo que denominemos unos ú otros sobre ser friki (o nerd como se dice en Estados Unidos) y los tópicos o no referentes a serlo a determinadas edades.
También es probablemente uno de los temas más difíciles de poner por escrito con los que me haya enfrentado hasta ahora. Es muy difícil acotar en un asunto con que podría llenar todo un libro, sumado al celo a mi propia intimidad.
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Los 40 es una edad en la que dado el mundo en el que vivimos, se nos sigue considerando jóvenes para muchas cosas en la vida. Sin embargo, cuando se trata de ser lector de cómics o fan de grandes sagas cinematográficas como Star Wars, la cosa ya entra en terreno de lo que muchos consideran socialmente aceptable. Si bien es cierto que el éxito de las adaptaciones comiqueras entre el público profano ha facilitado esa tolerancia, entrar en determinados grupos de edad no lo hace más sencillo.
En contra de lo que se pueda pensar y como pasa con tantas otras aficiones, el friki medio a los 40 suele vivir en pareja e incluso tener descendencia. La imagen del antisocial poco capaz de establecer relaciones personales y/o sexuales puede ser cierta pero ya no es representativa de la mayoría de nerds en esta edad.
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Es curioso que al friki se le llegue a cuestionar, mientras que forofos deportivos hablan abiertamente de los choques de sus equipos favoritos en primera persona como victorias o fracasos personales se les considera socialmente “normales” incluso cuando entran en la ancianidad. Gastarse una pasta en un partido, sea en estadio o TV es aparentemente normal, mientras que hacerlo en merchandising o formar parte de una cola para ver el último episodio de una saga cinematográfica parece ser distinto a vestir bufandas y cantar himnos. Una cosa parece estar bien a cualquier edad, mientras que la otra es rara y se asocia con una inmadurez y el infantilismo.
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Y podría seguir pero tampoco deseo que esto parezca un ataque. Una de las premisas de mi vida es un respeto hacia casi todo y todos. Algo que muchos de nosotros no hemos recibido en tantas ocasiones.
Tampoco voy a generalizar. No todos los frikis somos iguales y la generalización es peligrosa. De ahí de nuevo, más dificultad para este artículo.
Por eso hablaré de mí y mi vida.
El próximo mes de Mayo cumpliré 41. He sido friki desde mucho antes de que en España llegaramos a usar esta palabra coloquialmente. Tuve un padre que me inculcó el amor a la lectura y mis primeros cómics eran en realidad suyos.
Por entonces no lo sabía, pero estaba teniendo la suerte de estar creciendo en la mayor década de creatividad que haya existido a nivel friki y música popular: La década de los 80.
Con los años, mi afición a leer fue rellenando los huecos que existían en mi cabeza sobre los superheroes de los que empecé con cómics sueltos, al tiempo que hacia lo propio con esas sagas de cine que explotaron en esa década.
Sin darte cuenta, creces y eres el bicho raro. No solo me gustaba escribir (nunca fui bueno dibujando) sino que mi cerebro estaba más conectado a las cronologías de Marvel o DC que a cualquier otra cosa que sucediese a mi alrededor. En realidad, esto es falso. Prefería esos mundos de ficción al real donde no era feliz porque mi familia se destruía, no era aceptado o simplemente comprendido.
Pasemos por alto la compleja y trágica adolescencia con su consavido paso por el instituto donde además de encontrar más rechazo, establecí mis primeras relaciones con mis iguales, otros frikis.
Cuando entré en el mercado laboral, mis aficiones se dispararon dentro de mis posiblidades. Poco a poco, empezó a resbalarme aún más la opinión de los demás respecto a ellas.
Antes de los 30, mi afición por la lectura, la arqueología vía Indiana Jones y mis necesidades de superación e independencia me habían llevado a vivir como voluntario en Sicilia y un sin fin de trabajos con los que poco a poco he ido costeando una colección de cómics que a día de hoy se encuentra entre las más grandes privadas de nuestro país y creciendo.
Por esa época, tuve la suerte de tener mi primer y hasta ahora único libro autoedidato. Un libro basado en personajes creados muchos años atrás cuando era un crío y que había usado en un fanzine. El Faunaverso, mi propio universo superheroíco era ahora una novela y había gente que esperaba en una feria del libro para que les firmara un ejemplar. No me da para vivir de ello, pero lo que si me dio fue vida como pocas cosas antes.
He tenido la fortuna de conocer al amor de mi vida gracias a los cómics y a mi segunda famila, la gente de la librería Historietas de Murcia.
Gracias a compartir gustos con mi pareja, aunque ella no es tan fan como yo, me incentivó en ellos. Sandra me animó a decorar nuestra casa con grandes posters que pasaron de estar pegados en un cuarto a estar enmarcados por todo nuestro hogar, mis figuras de acción guardadas en cajas pasaron a estar en una vitrina de Ikea en mi despacho, me regalo un montón de camisetas frikis y realizamos juntos nuestras escapadas a Barcelona al Salón del Cómic.
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Quiero hacer un inciso en este punto para ver como la edad, nuestras parejas e incluso nosotros mismos pueden llevarnos a abandonar abruptamente lo que tan feliz nos ha hecho. Me refiero a lo que yo denomino el fenómeno del Friki Arrepentido. Este antiguo aficionado es aquel de un día para otro, presionado por la sociedad o el entorno, decide dejarlo todo, hasta el punto de deshacerse de cómics, libros o muñecos.
Insisto en que no voy a entrar a juzgar a nadie, pero hay algo en ello que me da muchísima rabia. La mayoría de esta gente pasa de la noche a la mañana de adorar algo a criticar duramente lo que les gustaba y a quién mantiene esa afición. Ahora películas como Star Wars de las que has atesorado figuras, vehículos, posters y novelas, ya no es admisible y ahora te dedicas a ver cine de autor porque films con efectos especiales y acción no es cine real. Los superheroes son algo repetitivo y absurdo y si aún deciden leer cómics, prefieren leer europeo o independiente. Señores y señoras, todo es compatible en esta vida, pero ante todo hay que ser fiel a uno mismo. Si algo no te gusta, está bien dejarlo, pero es muy triste que tu opinión en realidad sea la de otros y carecer de voluntad propia. El paso de fan a hater suele delatar a estos “arrepentidos”
En mi caso, mi pareja no ha cambiado quién soy y me ha hecho ser más friki de lo que ya era.
Ambos estamos de acuerdo en educar a nuestro hijo en el frikismo y que conforme crezca sea él quién decida si sigue los pasos de sus padres o no. Sea como sea, lo aceptaremos en todas las elecciones que haga en su vida y solo le deseamos que sea feliz.
La paternidad sí que cambia cosas al quitarte tiempo libre para leer, escribir o ir al cine. Sin contar con que las necesidades de tus hijos siempre estarán por encima de las tuyas y no solo pierdes sueño o intimidad de pareja, sino también baja tu nivel adquisitivo. Si a eso le sumamos un bache económico debido a la Crisis mundial, la cosa empeora.  Gracias a tener una pareja que busca tu felicidad y a pequeños esfuerzos para mantener esas aficiones, he podido seguir en la brecha hasta que el Sol a vuelto a salir para nuestra familia.
Soy un cuarentón. Escribo reseñas y en foros sobre cómics. Doy charlas sobre lo que me gusta y espero seguir haciéndolo siempre. Tal vez algún día, termine un libro pendiente sobre la Historia del Universo Marvel o la secuela de Crónicas del Faunaverso. Voy al cine a ver películas con las que soñaba de niño. Si es inmadurez o Síndrome de Peter Pan, me da lo mismo mientras me haga feliz y gracias a ello, pueda hacer que otros lo sean. Mi mujer lo es por serlo yo y espero compartir todo esto con mi hijo si él lo desea.
¿Por qué debería dejarlo? Soy Friki y a Mucha Honra.
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Matías González Alarcón
@matias_gleza